Leyenda de la Pascualita
- Celeste Villalobos
- 21 mar
- 2 Min. de lectura
En el corazón de la ciudad de Chihuahua, sobre la Avenida Benito Juárez, se encuentra una tienda de vestidos de novia que guarda uno de los misterios más escalofriantes de México. En su vitrina, desde hace casi un siglo, se exhibe un maniquí que ha sido objeto de rumores, supersticiones y relatos sobrenaturales.
Cuenta la historia que, en la década de 1930, la propietaria de la tienda, una mujer llamada Pascuala Esparza, mandó fabricar un maniquí de apariencia inusualmente realista para lucir los vestidos de novia que vendía. Su piel parecía de porcelana, sus manos estaban esculpidas con un detalle impresionante, y sus ojos tenían un brillo misterioso, como si ocultaran un alma atrapada en su interior.
Poco después de que el maniquí apareciera en el escaparate, comenzaron los rumores: era demasiado real. Pero lo que realmente desató el terror fue el parecido con la propia Pascuala Esparza. La gente comenzó a susurrar que aquel maniquí no era de cera, sino el cadáver embalsamado de su hija, quien había muerto trágicamente el día de su boda.
La versión más popular de la leyenda dice que la hija de Pascuala estaba a punto de casarse cuando, la misma mañana de la boda, fue picada por un alacrán escondido en su vestido de novia. La picadura fue fatal y la joven murió antes de llegar al altar. Sumida en el dolor, Pascuala mandó embalsamar el cuerpo de su hija y, para conservarla eternamente, la colocó en la vitrina de su tienda, vistiendo los mismos trajes nupciales que alguna vez soñó usar.
Desde entonces, empleados y clientes aseguran haber visto cosas extrañas en la tienda, los ojos de La Pascualita parecen seguir a quienes la observan, sus manos tienen detalles tan finos que incluso se pueden ver las huellas dactilares y las uñas con un color natural, algunos juran que han visto al maniquí moverse levemente o cambiar de posición durante la noche.
Además, hay quienes aseguran que, al anochecer, La Pascualita cambia de lugar o incluso desaparece de la vitrina para recorrer la tienda. Los trabajadores han contado que sienten escalofríos al acercarse demasiado, y algunos incluso han renunciado tras vivir experiencias aterradoras.
A pesar de los años, nadie ha podido confirmar si La Pascualita es realmente el cuerpo embalsamado de una joven novia o simplemente un maniquí extraordinariamente bien elaborado. La tienda ha cambiado de dueños, pero la figura sigue ahí, inmóvil en la vitrina, con su mirada penetrante y su inexplicable aura de misterio.