La religión del consumismo
- Frida Sofía
- 24 nov 2020
- 3 Min. de lectura
La sociedad de consumo consiste en una forma de consumir impuesta por el sistema capitalista de producción, que se extiende no solo a los países desarrollados sino a todos los del planeta.

Lo verdaderamente importante para el sistema es que la mayoría de las personas se conviertan en consumidores irracionales, pero que a través de esta forma transfieran la mayor cantidad de recursos.
Para G. Katona y W. Rostow, el consumo de masas es consecuencia del alto desarrollo al que han llegado determinadas sociedades; esto se manifiesta en el incremento de la renta nacional.
Los defensores de la sociedad de consumo afirman que existe una mayor igualdad entre las clases sociales.
Hoy en día el sistema económico pone al alcance de las personas todo tipo de productos y bienes para el consumo, desde lo más básico, como alimentos o prendas de vestir, hasta lo más extraño, como gorras que pueden sujetar latas de refrescos.
El consumo como concepto no hace referencia a nada malo ni perjudicial. Podemos definirlo como el simple hecho de consumir para satisfacer necesidades o deseos. El problema llega cuando esta actividad se vuelve patológica. Entonces ya no hablamos de ‘consumo’, sino de ‘consumismo’.
El modelo de bienestar de la sociedad actual se basa en la posesión y acumulación de bienes, lo cual sirve de justificación para que prolifere el consumismo entre las personas.
El término inmoderado parece ser un adjetivo demasiado subjetivo. ¿Qué es ser un consumidor inmoderado? La RAE define moderar como evitar el exceso, por lo tanto inmoderado es algo que no lo hace.
La utilización del calificativo inmoderado encuentra su explicación con la siguiente pregunta: ¿Hasta qué punto necesitamos lo que compramos? ¿Es nuestro consumo necesario para nuestras vidas? Todo aquello que se consume sin ser realmente una necesidad puede considerarse como un exceso.
Necesitamos lo que compramos en la medida en que nos auto-convencemos (o nos convencen) de que el producto en cuestión nos va a ayudar a ser más felices y a vivir mejor. En ese sentido, con la sociedad de consumo el individuo tiene como principal actividad consumir.
Para muchos autores que la defienden, la sociedad de consumo es reflejo de un alto nivel de desarrollo socioeconómico, que se manifiesta en el incremento de la renta de cada individuo. El principal argumento para la defensa de la sociedad de consumo se apoya en que el consumo contribuye a mejorar la calidad de vida de las personas y que ayuda a las sociedades a desarrollarse.
La principal característica que diferencia al consumo de masas tal y como lo conocemos hoy del consumo tradicional en otras épocas de la historia es el objetivo que motiva a las personas a consumir.
Uno de los rasgos del sistema económico y del consumo actual es que crea necesidades artificiales.
En definitiva, el fenómeno del consumismo depende cada vez más del deseo que de la necesidad.
Pero el consumo actual no sólo tiene como objetivo cubrir necesidades o satisfacer deseos, además sirve para distinguir a las personas entre sí, evidenciando aun más el sistema de clases sociales que forma nuestra sociedad hoy en día.
Cuanto más caro es un producto menos gente lo puede poseer. Esta regla básica explica el sistema de clases. Así pues, una de las funciones del consumo es proporcionar al individuo formas de distinguirse de otros grupos de distinto nivel social.
Con el consumo de masas desenfrenado se avanza hacia una progresiva pérdida de identidad personal, ya que los ciudadanos responden ante modelos de consumo idealizados mediante las efectivas técnicas de marketing
Estados Unidos, China, Japón, Alemania e Italia. Estos son los cinco países del mundo con un mayor mercado de prendas de vestir confeccionadas.
Estados Unidos es el primer consumidor del mundo de moda por delante de China, con 102.462 millones de euros en 2012. En Japón, este negocio asciende a 77.457 millones de euros, una cifra que caerá un 30,5% hasta 2017, según las previsiones de EAE.
“Esto significa que gigantes como EEUU o China suponen el 28% y el 11% del mercado mundial de prendas de vestir confeccionadas respectivamente”, sostiene EAE.
Los cinco países con mayores cifras de gasto por persona son Noruega, Dinamarca, Bélgica, Estados Unidos e Italia. El lado opuesto lo ocupan China, Hungría, Egipto, Sudáfrica y Arabia Saudita.
Podemos concluir que el consumismo es causado por la falta de identidad de cada persona por no conocer las necesidades esenciales y por no estar claros en relación a las necesidades de los más cercanos.