El Ate mexicano, un dulce tradicional
- Celeste Villalobos
- 8 mar
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El ate es un dulce tradicional mexicano cuya historia se remonta a la época virreinal. Elaborado a base de frutas como membrillo, guayaba o tejocote, su proceso de cocción y conservación lo convierte en una joya gastronómica que ha perdurado a lo largo del tiempo. Sin embargo, en la actualidad, su consumo ha disminuido debido a la industrialización de los alimentos y el cambio en los hábitos de consumo.
Su elaboración proviene de las técnicas traídas por los españoles durante la Conquista, quienes ya preparaban una pasta dulce a base de frutas en la península ibérica, particularmente en regiones como Castilla y La Mancha. En México, este postre encontró un nuevo esplendor gracias a la abundancia de frutas locales, como la guayaba y el tejocote, adaptándose a los ingredientes del país y convirtiéndose en un símbolo de la fusión gastronómica entre dos mundos.
Durante el periodo colonial, los conventos jugaron un papel crucial en la expansión del ate en la Nueva España. Las monjas no solo perfeccionaron su elaboración, sino que también lo popularizaron entre la élite y los comerciantes, convirtiéndolo en un manjar codiciado en los mercados. En lugares como Morelia, Michoacán, el ate se convirtió en una especialidad regional, al grado de que hoy en día es una de las entidades más reconocidas por su producción.
El ate tiene un fuerte arraigo en la cultura mexicana. Tradicionalmente, se acompaña con queso, creando una combinación de sabores que representa el equilibrio entre lo dulce y lo salado. Además, el ate ha estado presente en festividades y tradiciones mexicanas. En Día de Muertos, es común encontrarlo en las ofrendas como un símbolo de dulzura para los difuntos. También se ha utilizado en bodas y reuniones familiares, consolidando su papel como un dulce de convivencia y celebración.